La cuatricentenaria ciudad de Saltillo, capital del Estado de Coahuila de Zaragoza, como la mayoría de las poblaciones del norte de México, no tuvo el honor del otorgamiento de un escudo de armas durante la época colonial.
Ante tal hecho, el notable historiador coahuilense don Vito Alessio Robles, en su opúsculo “Heráldica Coahuilense”, publicado en 1943 y partiendo de un decreto expedido por el Congreso General el 21 de marzo de 1825, luego de acuciosas investigaciones y considerandos, con fecha 11 de octubre de 1937 dirigió al R. Ayuntamiento de Saltillo una iniciativa en la que entre otras cosas dice:
“En los tiempos coloniales, los reyes de España concedían escudos de armas a algunas poblaciones del imperio español. Por medio de figuras ideadas por sus heraldos, llamados también ‘reyes de armas’, procuraban concretar en los blasones el historial, las cualidades y los hechos más característicos y destacados de las poblaciones favorecidas con tal distinción.
“Así concediéronse, entre otras muchas poblaciones, a la ciudad de México, a Valladolid, Mérida, Veracruz, Oaxaca, Puebla, Orizaba, Zacatecas, Durango, etcétera. No hay noticias fidedignas sobre la concesión de armas a ninguna de las poblaciones pertenecientes a los Estados fronterizos del país.
“Es incluso que a partir de la Independencia, el derecho para decidir sobre la adopción de un escudo de armas para una ciudad, compete única y exclusivamente al Ayuntamiento respectivo. Este derecho se ha reafirmado en las prerrogativas que la Constitución de 1917 concede a los ayuntamientos. El escudo de armas, en los tiempos modernos, viene a ser algo semejante al sello que usa cualquier negociación, al exlibris de los bibliófilos y a las marcas que las fábricas adoptan.
“El firmante de esta iniciativa ha lamentado siempre que a Saltillo no se le hubiese concedido nunca un escudo de armas. Y aumentóse el escozor cuando se percató de que individuos ignaros y audaces frangollaran un antiestético escudo de armas para Coahuila, con absoluto desconocimiento de su historia y de sus fastos gloriosos. Creció la zozobra cuando pudo darse cuenta de que esas armas —una culebra erguida y con alas embrionarias que se empina apoyada en la cola sobre una flor que emerge de unas pencas de maguey— fueron mandadas colocar por gobernantes más ignaros aun en el frontis del palacio de Gobierno de la Ciudad de Saltillo. Los que idearon y dibujaron tal engendro desconocían en absoluto la historia de Coahuila y la etimología de su nombre. Los gobernantes que sancionaron el desacato heráldico exhibieron, además de su ignorancia el desconocimiento del hecho de que sólo a la Honorable Legislatura de Coahuila compete la adopción de un escudo de armas como emblema del Estado. Esos gobernantes, sin darse cuenta quizá, autorizaron un atentado a la soberanía coahuilense, no por inocuo menos reprochable.
“Para evitar la repetición del caso, yo que he dedicado muchos años de mi vida al estudio de la historia de Coahuila y amo a mi tierra natal —Saltillo— como el que más, he ideado unas armas para la ciudad ilustre que fuera en sus primeros tiempos heroico antemural para contener las embestidas de los indios: madre generosa de la mayoría de las poblaciones del Norte de la Nueva España; emporio y centro de distribución comercial de las Provincias Internas de Oriente; albergue cordial de los primeros caudillos de la Independencia; manantial de ingenios como la llamara el primer historiador de Saltillo, el bachiller don pedro Fuentes; noble semillero de soldados durante la invasión norteamericana, abrigo cariñoso del Presidente Benito Juárez; almáciga fecunda de donde surgió el Ejercito del Norte, cuyas glorias culminaron con la expugnación de Querétaro: solar nativo de Juan Antonio de la Fuente, Manuel Acuña y de otros muchos hombres de letras y, por último, cuna augusta de la Revolución Mexicana.
“Divídese el escudo en cuatro cuarteles. En el cantón diestro (así dice en el original, seguramente por error de imprenta, pues entendemos que debe decir siniestro.- La Red.) del Jefe, en fondo de plata se “irgue” (iergue) una torre almenada que lleva a los flancos dos árboles de sinople, coronada por tres estrellas de gules. Representa las armas de la aldea vasca, inmediata a San Sebastián, que lleva el nombre de Muy Leal y Noble Valle de Oyarzun. Este fue el solar nativo del capitán Francisco de Urdiñola, que si está demostrado que no fue el fundador de la Villa de Santiago del Saltillo, que tuvo por primer Alcalde mayor al capitán Alberto del Canto, quien con tal carácter hizo las primitivas mercedes de tierras a los primeros pobladores, si está fuera de toda duda que el mencionado Urdiñola contribuyó con sus hechos al engrandecimiento de la naciente comunidad.
“El cantón siniestro (así dice también en el original entendiéndose que debe decir diestro.- La Red) del Jefe lleva, en campo de oro, una garza en actitud de emprender el vuelo desde un teaocalli. Tal es el escudo de armas del señorío de Tizatlán en la antigua República de Tlaxcala, gobernado por la estirpe de Xicoténcatl, y de cuyo sitio salieron con grandes prerrogativas los colonos tlaxcaltecas que fundaron, bajo los auspicios del capitán Urdiñola, el pueblo de San Esteban de la Nueva Tlaxcala, contiguo a la Villa de Santiago del Saltillo.
“En el cantón diestro (debe invertirse la posición como se ha señalado anteriormente.- La Red) de la Punta lleva, sobre campo de azur, una montaña de cuya cumbre surgen abundantes linfas cristalinas. Representa el jeroglífico del nombre Saltillo el que, según el bachiller Pedro Fuentes, es una expresión adulterada que en su origen significa “Tierra alta de muchas aguas”. Consultado el profesor de lengua náhuatl don Mariano J. Rojas, el sabio lingüista fue muy servido en proporcionar los siguientes datos: Xal, síncopa de xalli, arena, que también puede emplearse como tierra; o tlal, síncopa de tlalli, tierra: a, síncopa de atl, agua; la o tlan, abundancial superlativo; ahco, alto; ahcotilli, elevado. Con estos elementos pueden aglutinarse las siguientes palabras: Xalahcotilatl, que significa arena de augas elevadas o aguas elevadas en arena; Axalahcotillan, arena de abundantes aguas elevadas; Tlalacotillan, tierra de abundantes aguas altas. A los que parezca forzada esta etimología deben recordar que los españoles alteraban lamentablemente la fonética indígena. Así, Ahuilazapa fue convertida en Orizaba, Cuauhnauac, en Cuernavaca; Atlacuihayan, en Tacubaya.
“En el cuartel siniestro (debe invertirse la posición.- La Red.) de la Punta está representada la tribu de cuachichiles (guachichiles) que habitaba el Valle del Saltillo en el momento del arribo de los hispanos. La etimología de cuauchichil es águila roja. Por ello se diseñó sobre campo de plata un águila de gules explayada.
“El acuartelado escudo de armas está orlado con una leyeda que reza: Tierra Rica, Clima Benigno, Hombres Fuertes, y rematado por las dos antorchas: la de la diestra es el símbolo que usa el benemérito Ateneo “Fuente”, centro luminoso de la cultura en el Norte de México, la de la izquierda, la tea de la Revolución Mexicana, que nació en la ciudad de Saltillo.
“Faltan muchos atributos que omití para que no resultase un blasón prolijo. Podría citar entre ellos la lira excelsa de Manuel Acuña: la excelente calidad de los trigos saltillenses superiores a los de la Rusia Oriental, reputados hasta hace poco tiempo como los mejores del mundo; la fragancia de sus exquisitas pomas, etc.
“Ideados los principalísimos atributos simbólicos e históricos, pensé que nadie mejor que el excelente pintor don Mateo Saldaña era el indicado para darles forma y por ello encargue su diseño y colorido a este artista del Museo Nacional. A él se debe la pintura hecha magistralmente en pergamino.
“Y es de justicia agregar que en el momento en que pudo percatarse de la realización de esta idea el idóneo impresor saltillense don Alfredo del Bosque, él entusiastamente quiso unir su homenaje al mío, ofreciendo costear el importe de la pintura y agregó que por su cuenta debería colocarse en el marco de talla dorada. El mismo hábil impresor costeó también el clisé y el sello”.
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La solicitud de don Vito Alessio Robles, sintetizada en los párrafos anteriores, fue aprobada por el R. Ayuntamiento de Saltillo, el 4 de diciembre de 1937, signando el documento oficial el Presidente Municipal, licenciado Mauricio D. González y el Secretario, Ruperto A. García.
Finalmente, el día 23 de julio de 1938, fue descubierta en la fachada del Palacio Municipal (esquina de las calles Aldama e Hidalgo) la bella reproducción del escudo de armas de Saltillo, en azulejos, como lo solicitara el historiador saltillense Vito Alessio Robles, quien tanto enriqueció la cultura coahuilense.
Cabe aclarar que el R. Ayuntamiento de Saltillo, al aprobar la solicitud que se le hiciera para que nuestra cuatricentenaria capital tuviera su escudo de armas, previamente solicitó la autorizada opinión de los distinguidos historiadores, maestros, escritores y profesionistas que en seguida se citan:
Dr. Jesús Valdés Sánchez, exdirector del Ateneo “Fuente” y en su tiempo Gobernador del Estado de Coahuila; profesor José García Rodríguez, director del Ateneo “Fuente”, profesor Rubén Moreira Cobos, ameritadísimo educador, licenciado Artemio de Valle Arizpe, escritor, historiador, diplomático y en ese entonces cronista de la Ciudad de México, licenciado Hildebrando Siller, licenciado Evelio h. González Treviño, que posteriormente fuera director del Ateneo “Fuente” y Alcalde de Saltillo y, finalmente el profesor José Rodríguez González, director de la Escuela Normal del Estado.
Tomado de Saltillo 400. Crónica de un año de conmemoraciones, Saltillo, 1977, pp. 9-16.