PLAZA DE LA MADRE
—Alejandra Neira—
Vamos hablar de la Plaza a la Madre o, como dirían las del Archivo Municipal, de la Madre. Lo que quizá suene ofensivo, en verdad no lo es. El monumento que se encuentra ahí es una fría representación de una madre con vestido largo cargando en sus brazos un niño de unos tres o dos años, muy sonriente. Los dos de color blanco. Hace de trasfondo la pared de colores beige y rojo. En su inscripción unas frases de las cuales se pueden decir y pensar muchas cosas. Enfrente dice la primera frase: “Plaza a la Madre 1941”. Yo no tengo la culpa que diga “a la Madre”.
Todas las mañanas, las personas del Ayuntamiento que se encargan de la limpieza (pues Saltillo no es una ciudad, como cualquiera en México, donde los habitantes la mantengan limpia) la barren para que cuando pasen las abuelas y los abuelos de los niños de preescolar se encuentre limpia, por cierto también pasa uno que otro que quiere bajar de peso o simplemente mantener la figura de Ken o Barbie.
El día de las madres, va gente y le lleva mariachi al monumento, para recordar a sus madres difuntas ya que los panteones quedan muy lejos. También es una tradición que alumnos de secundaria lleguen en “horas clase” y se queden un buen rato por las mañanas y pasadito del medio día sólo para desmadrar lo “bien hecho”. Hacen su desmadre, rompen los árboles que son lo único real y bello de la plaza. Si se observa, parece que ellos mismos son los que te narran la historia y los días de la madre anteriores. Rayones o grafiti son adornos que se le dan. Diría mi abuelo: “¡ráyense las pinches nalgas!” Me atrevo a decir que se tardaron más en hacer las plazas que los alumnos en destruirlas.
Los sábados y domingos se visten sus alrededores de puestos y comercios ambulantes, mercado; de gente que llega de todas las colonias con las manos vacías y bolsillos llenos de feria y terminan regresando a sus casas con las manos llenas y las bolsas vacías. Pero como dice la gente que acude, más bien como digo yo: me llevo aquí más a mi casa que ir a otras partes y llevarme sólo una.
La Plaza a la Madre es una de pocas que, con tan sólo quedarse un rato pequeño, nos llenamos de la historia que muestran los años, esos árboles y los muros de las casas de enfrente. Es ya una plaza histórica.
Las mujeres de Saltillo son desérticas como las plantas de su región e impredecibles como su clima.
Fotografías de Carlos E. Martínez Mirón.